Miércoles de cordura

  Hay días en que todo se derrumba. Hay días que la vida pesa tanto, tanto que parece caer. Hay días que duelen. Hay días en que no sabes donde estás, quien eres, qué quieres. Cabeza y corazón sincronizados, vacío. Tus ojos miran pero no ven. Te desorientas, te pierdes, te consumes en el abismo del no saber. Qué es, qué era, qué será. En ese orden. Quizá le de demasiadas vueltas, puede que sólo sea un mareo. Las flores del salón se marchitan. ¿Es esto empatía? No saber. Acaso hay algo más desconcertante. Es una verdad abrumadora, es certeza, es lo único que sabes y, a veces, es más fácil si te aferras. Preocuparse parece un concepto absurdo, lejano, como de otra era. Es esa idea la que se retroalimenta y te martiriza. ¿Por qué a mí sí? Con lo fácil que resulta lo común, lo sencillo, lo cotidiano. El porvenir. Una copa vacía en el armario hace compañía al resto, y nada más, compañía, sedienta de cualquier licor que le ofrezcan. Malditos miércoles de desvaríos y cenizas, maldita vida de penitencia. No me mires así, aquí soy la única cuerda. 

Septiembre con prisas


Septiembre me perturba, tanto bullicio enmascarado de calma . Las calles ya no gritan de madrugada. El viento llega y arranca las risas del vientre de cualquier bar. Es el rapto de la libertad, es la rutina que se avecina. El cielo llora cuando te ve marchar, verano. Es un arrebato de celos huracanado que destroza, que arrasa, que despoja al sol de toda vida. Cuesta aceptarlo. Reflejada en la ventana con el café y rimel en la mejilla das la bienvenida con un escalofrío. Es el frío que vuelve, es septiembre que quiere fundir el timbre. Te espera con rosas en la puerta -pero no son rojas- y susurra que te quiere.  Al amanecer se oyen despertadores, idas y venidas, cafés a medias y besos con prisas. Qué fue del amor a primera hora y las corridas de buenos días, dónde quedaron las cervezas de desayuno y las siestas de medio día. Maldita vida. Tener aún mezclado el uniforme y el recuerdo de aquel beso de despedida. Cambiar el mar, por los charcos en el portal.

Es lo que tiene septiembre. Que siempre va con prisas.



ALWAYS

Un domingo más que te vas a casa, otra semana que se me parte el alma. Tres días no son suficientes. Me das el beso de despedida y por dentro quiebro. Desde aquel 17 soy cristal, frágil y transparente. Mil pedazos que reconstruir cinco días a la semana. Debo confesarte que ya no me gusta nada este juego. Lo de no poder dormir sin ti ya es un hábito, rutina, un diario sobre el desconsuelo.


Han pasado trescientos sesenta y cinco días desde que me corriste el carmín por primera vez. Y a día de hoy sigues manteniendo esa puta costumbre. Maldito bocazas. Me comiste la oreja a base de verdades como puños, no dejaste cara oculta de ninguna de tus lunas. Maldita tu inesperada dulzura.  Cayó mi escudo de amazona y desnuda ante lo desconocido dejé que me hiciera suya. 


Es curioso,  has dejado al descubierto lo más vulnerable que hay en mi haciéndome sentir más fuerte que nunca. Y no te voy a endulzar la verdad: fue difícil confiar. Enloquecí, por ti, y créeme que cometería esa locura en todas y cada una de mis vidas. Me preguntas por qué pero, cariño, y yo qué coño voy a saber. Cada vez lo tengo más claro, no es puro si es cuerdo. Qué es el amor sino locura, pasión y desenfreno.

Mariposas, las de mi estómago, que ahora fluyen por todo mi cuerpo como un virus. Eres metástasis. Me abrazas, me reinicias. Configuras todo mi sistema operativo y pones en orden sentimientos y sentido. Por primera vez entiendo eso de que se te claven en la piel como la tinta de un tatuaje, ahora sé por quien aniquilaría a todos esos monstruos que subyacen bajo la cama y creo firmemente que mi corazón y hogar ya no tienen ubicación ni código postal. 

Ha pasado un año, amor mío, y sigo siendo la reina de los tópicos: la piel como alambre con solo rozarme, la mente borrosa después de cada beso, folla(ma)rnos hasta que la piel se funda y que solo exista un tipo de abrazo: el que te corta la respiración, el que te cruje los huesos.

Cada vez que estas cerca el tiempo, al compás de mi pulso, se acelera, y sólo quedamos nosotros dos, bailando a ritmo desenfrenado en el salón. Suena música de fondo. Cambiamos de bobina y sigue la proyección. Prepárate, comienza la segunda parte de la película de nuestra vida, amor.




El muro de las lamentaciones

Y se quiebra su corazón de tanto latir contra el muro de las lamentaciones. Nunca una sonrisa escondió tanto dolor tras un reflejo -roto- en el espejo. Que le hablen de felicidad a la penitencia y se confunda entre sus tinieblas un poco de color. Monocroma de penas. Siempre viste de negro. Por si acaso. Por si la condenan.


Domingo, 3 de junio de 2018

Tras un meticulosamente preparado, casi desastroso, fin de semana todo debería haber ido a peor. Quizá llovió más de lo deseado, de lo esperado, de lo calculado. Pero eso sólo nos obligó a abrir otra botella de vino desnudos en su cama. A pesar de tener una mano realmente mala, elegimos seguir apostando. Hablamos del destino, de nosotros. A veces parecía que podía ver el futuro reflejado en el iris de mis ojos canela, oscurecidos por el amparo de la noche, mientras sonreía y colocaba delicadamente las mechas de mi flequillo detrás de la oreja. Un clásico. 

Hicimos el amor durante horas, pero no hizo falta siquiera que me rozara. Puede que de esa magia brotara el sol que se colaba por las rendijas de su ventana el domingo por la mañana. Eran las ocho, para ser más exactos. Así que nos fuimos; de ruta, paseo, desventuras. Y (nos) comimos, el uno al otro, acompañados de soufflé y una copa del exquisito tinto de la casa. Qué delicia esa gente con la que el tiempo es relativo, con la que un McDonalds parece gourmet, con la que cualquier prado dorado puede ser la Toscana y un kiki rápido en el coche la cita perfecta. 








Tu impaciencia y mis ganas


Cada viernes la misma historia. Maquillaje, porque estamos en guerra: tu impaciencia y mis ganas.
Y llega la artillería pesada, esas putas mariposas que eclosionan cuando exhalas en mi nuca. Me arrasan las entrañas al recorrer cuerpo y alma mientras me consumes. Con tu risa y con tus gracias. Que se dilaten, tus pupilas y mis capilares. Que me hagas más tuya que mía, pero siempre nuestra. Cada sábado una raya con tu perfume, ebria de orgasmos. Hubo quien me habló de drogas sin haber estado en tus brazos. Nadie me obliga, yo sola me condeno cada domingo después del desenfreno. Y qué risa, las pastillas de la vida. Que puta risa cuando me di cuenta de que le quería. Que lo sientes tan, tan jodidamente dentro, que al expresarlo es más suspiro que verso. Cada lunes suplico una tregua, demasiada adrenalina recorriendo mis venas. 


Ruinas

Y si falta el amor ¿qué nos queda? Las ruinas de un templo en el que ya nadie reza; la cera de una vela que ha consumido sus últimos ápices de mecha; las cenizas de un fuego que ardía más que Galicia estos últimos días.
Se nos escapa la vida con cada declaración de independencia emocional y no nos damos cuenta. Buscamos jaulas de las que poder liberarnos pero a las que volver cuando el alcohol se haya acabado. Y ahogar todos esos sentimiento en la ultima botella de tequila, hasta que el hígado gane el pulso al corazón -o a la razón-.
Amor. Confundimos presumir con disfrutar, y así nos va. Porque vaya risa con la brisa de las malditas mariposas que aletean sus alas cada vez que te mira. Y que pena. Los besos de despedida que terminan; no romper la regla de las tres citas; que celebremos el amor sólo una vez al año.
Que no busquemos el placer sino el orgasmo.


LOCA

No te enamores de una loca. Cualquiera te acelera el corazón, pero solo ella te hará perder la cabeza. La cordura, la certeza, la razón. Y que arda Troya si ella lo desea. Porque nadie la ata y eso te libera de toda condición. No trates de cortar sus alas o frenar su caída en picado cuando no se abra el paracaídas. Sus aviones no se estrellan, los boicotea por voluntad propia. No cree en finales -ni principios- felices, así que tampoco los busca ni los espera. No te ralles.

Creerás tenerla mientras te enreda entre sus piernas color canela y arropa con sus sábanas de seda. Ya no hay vuelta atrás cuando le acaricias la melena. Estás perdido. Caerás rendido a los pies de su laberinto de idas y venidas. Una espiral de locura que culmina en sexo sin mesura y llamadas perdidas. Y sucumbirás al caos cuando no sepas quién la recoge en sus salidas. Te colarías en el mundo de los sueños para sacarla de todo pensamiento, excepto el tuyo: <<porque es mía>>, decía.

Te has creído dueño del aire y ahora, acaricia tus manos mientras se te escapa dulcemente entre los dedos.




La niña del pozo

Los pozos que no ves al tropezar son aquellos de los que no se sale. Aparecen en el camino en un pequeño descuido. No caes, te hundes en un agujero que va lleno de todo lo que no es agua. Respiras con pulmones encharcados de tristeza. Intentas cazar ese último aliento pero cada vez te cuesta más esfuerzo y agonizas entre rocas resbaladizas, escalar a la par emula una tortura china. Y te ahogas entre sollozos y lágrimas porque no hay consuelo para el que ha perdido la esperanza. Cantas para ignorar los demonios que hablan en tu cabeza sobre tus penas y miserias: "escoria mal nacida". Escupes a Satán y que le jodan a la vida. Delirios de grandeza en los últimos minutos de agonía. No hay escapatoria, salida, huida. Perdida en un laberinto emocional querrías ser pájaro estos días. Y volar, lejos. Derribar el sotavento que impide pasar el aire que impulsa tus alas a tomar el vuelo y dejar caer el sobrepeso, lo que te quita el sueño. Destapar esas ansias de libertad que te reconcomen desde tus adentros. Y volver, a esos lugares en los que alguna vez fuiste feliz de verdad.


Bienvenido al infierno

Habría dado cualquier cosa por volver allí, al lugar donde solíamos reír. Por precipitarme caí en un abismo del que ya no sé salir. Ansiedad. Miedo. Soledad. Ludovico Eunaudi suena en mi cabeza y calma las penas, se disuelven en este líquido transparente todos los problemas. Nos enseñan a volar, sí, pero no que primero hay que saber apreciar la paz que hay en el subsuelo, que tenemos que nadar.

Como un avión mal tripulado, nos estrellamos. Perdemos la batalla cuando vemos nuestros errores como un reflejo. Al percatarme de que había llegado tan lejos quise gritar, pero ya nadie escuchaba. Así que floto sobre el agua, y miro desde mi agujero como el azúcar se convierte en algodón en el sosegado cielo. Aquí os espero, tarde o temprano todos pasamos por el infierno.


Me faltas

Me faltas. Como el café por la mañana, como la cabezada de las cuatro, como un desayuno con tostadas. Y te vas. Vienes a ponerlo todo patas abajo y te vas. Indiferencia ante quien está aquí esperando(te). Color manzana en el carmín tentándote a cometer algún que otro pecado. Camina. Una travesía infinita por piernas que ni el mismo Hércules se atrevió a navegar. Y analiza sus movimientos y manías, siempre en la distancia, sólo la mira. El fruto prohibido que nunca te has atrevido a probar. Cobarde. El que da la espalda a la felicidad en las puertas del paraíso. Quien camina con los pies fijos. La que sigue pensando en ti, pero nunca te lo ha dicho.


La risa de la vida

Vestía seriedad y calzaba timidez. Qué putada que la condición humana no deje ver lo que se esconde bajo la piel. Pero un día, un día llega alguien que lo torna todo del revés. Y ya no hay hueso y carne suficientes para esconder lo que siente. El que ama de verdad resplandece, como su rojo cabello cuando el sol lo alcanza al atardecer. Complicidad. Porque ya no hay materia física que los pueda separar. Y le da la risa, cuando la mira. Y le da la risa, cuando le ve reir. Juntos, les da la risa porque sí.


A solas con mi reflejo

Tres cigarros al día para controlar la ansiedad y un café que me devuelva las ganas de empezar. He rozado muchas veces la autodestrucción. Huracanes han asolado mi corazón, pero aquí sigo, no siempre por una razón. Porque no le veo sentido, quisiera decir que a nada, pero pienso en todo y me
repito. Noches en las que retorcerme sobre mí misma, igual que mis pestañas buscando la mejor posición, no sirven para encontrar un sueño conciliador. Ojeras cubiertas por un sutil bronceado, cada mañana bendigo su existencia al sol. Que me da el calor que necesito y la vida que no siempre vivo.

Te digo que no te vayas, que te necesito, mientras contemplo mi reflejo en el espejo. 

Estaba sola en la habitación.



Que se va,
no mucho,
pero sí lejos.
Y a mi,
que no se me antoja
dejar de verlo.


Una rosa sin pétalos

Reflectan sobre el tallo de su espalda arqueada los rayos de luz que atraviesan la ventana. Y se retuerce sobre sí misma, envuelve su cuerpo con sus manos -a pesar de que es verano- frías. Vuela con el viento, incapaz de echar raíces en ningún suelo. Revolotean las abejas desesperadas por catar su néctar. Ingenuas, hay flores que no pierden sus pétalos por cualquiera. Cuando la alcanza el sol florece como si cada día fuese primavera. Irradia vida. Que putada que tenga que salir a joderlo todo la maldita luna. Demasiadas idas y venidas. El desgaste la marchita, como una rosa sin agua, como una bailarina sin danza, como un corazón que no ama. Perece, muere.


La mujer sin patria, pero de bandera

Perturbas todo campo gravitacional con tus pasos. Y floto. Hasta las nubes, las estrellas y más. Guíame por el sendero de tus piernas, deja que la noche te haga suya y marca mi espalda con tus uñas de gata: que me arañes hasta el alma. Maldita. La hora en que te eché el ojo, la primera sonrisa que me clavaste y el beso que, aquella noche, me vi obligado a robarte. Te has quedado en mí, grabada en la tinta con la que pintabas aquel cuadro en el jardín. Artista. Cazando corazones malheridos, sanando penas, bailando bajo la luz tenue de las velas. Y te desvaneces entre tus gracias, aparentando un corazón de hierro incandescente cada vez que dejas el cigarro en el cenicero. No te vas, pero tampoco te quedas. La mujer sin patria pero de bandera, no falta camino cuando sus curvas se contonean. Ambiciosa. Adicta al juego de la conquista, porque le gusta, porque se siente viva. Ansía desesperadamente el amor que no ha encontrado, romántica empedernida, quiere destrozarlo. Atento, se avecina ruina.

La ruleta rusa

Como marionetas nos encontramos en el centro de la ruleta. Y rueda, la bola juega a su antojo, a su manera. Negro, rojo. Da igual si falla o acierta, no eres partícipe del juego pero toda decisión te afecta. Mero observador sin el que no habría maqueta, así que cuando aumenta el riesgo te revelas. Qué mas da(s), sólo interesa la pasta gansa que el jugador desembolsa en sus apuestas.


Cuarenta y ocho horas de desenfreno y sigue mirándole de reojo con el deseo que un niño mira su primer caramelo. Se estremece entre sus brazos al percatarse de que es verdad, está sucediendo. Sonríe pensando que es suyo, solamente suyo, en esa habitación no hay nadie más. Ha marcado sus huellas, de esas que no cicatrizan, en cada rincón de su ser. Por un instante fueron la misma piel.

Trata de incorporarse. Fatigado. No queda un ápice de sangre recorriendo sus venas. Contempla desde la cocina como se enreda entre las sábanas. Apenas un minuto de su marcha y ya añora su esencia. Toma asiento, se sirve una copa de un vino añejo y para el tiempo para deleitarse con sus movimientos. Por un segundo piensa que puede ser ella. Ella: la mujer de sus sueños.


2009 y sus conversaciones de madrugada

Hay domingos que saben a 2009 y sus conversaciones hasta las cuatro de la madrugada. Por un momento me parecía estar mirando por la ventana de mi habitación y ver, por casualidad, el reflejo de mi sonrisa en el cristal. Quién diría que ibas a sanar el corazón que había hecho añicos mi primer amor. Infinitas noches en vela o tardes sin dormir la siesta. Puedo asegurar con total firmeza que nunca he gastado mejor mis horas en vela. Intercambios de sueño por felicidad. Completabas la pieza del puzzle que faltaba, me dabas la vida que necesitaba y, sobretodo, me enseñaste a ver que mis rarezas eran el complemento que mejor me accesorizaba. 

Pero las cosas cambian. Te fuiste y te llevaste contigo un pedazo de mi vida y a mi no me dejaste nada, excepto las ganas. De expresar lo que siento, de verte otra vez, de decirte que, sinceramente, te echo de menos y que, aunque pasen los años, tu ausencia sigue doliendo. Cambiaste y me cambiaste. El jueves me pareció vernos pero ya no pudimos reconocernos. Ahora, ¿qué queda? Te miro y no te veo, nos rozamos y no te siento. La ironía de extrañarnos a ser dos extraños.

Tantas noches intempestivas compartiendo las verdades más intimas, desnudando mi alma, haciéndome mas tuya que mía. Le hiciste el amor a mi corazón y te follaste con rabia mi dolor. Sanaste las penas y te marchaste. A veces apareces en mitad de la noche como un sueño, un espejismo en el desierto de mis sentimientos que se desvanece como la arena entre mis dedos. Las promesas que no cumpliste se las llevó el tiempo y con él marchó tu recuerdo.

Sólo quería que te quedaras, ahora ya no queda ni eso.


Apenas un suspiro deambulando en este mundo pero lo suficiente como para haber sufrido por amor, una y mil veces. Y pensaba que sabía de lo que hablaba. Ingenua de mi. No sabía nada. Nada hasta que miré a esos ojos, esos ojos que, tal como expresaba Seguridad Social, "se clavan como espadas" y atraviesan cada parte de mi alma. No dejan nada. Te sacan a base de lágrimas cada sentimiento que escondías en una caja. La razón por la que te da la risa, sin razón. Salgo de mi y lo dejo todo allí, donde se duermen profundamente cogiendo mi mano. Y que no la suelten. Donde cada (no)palabra te suena a balada. Que se pare el maldito segundero, ya, en este instante, aquí me quedo. Si el agua es un problema vaciaré mares y océanos, si hay demasiada tierra construiré vías que me lleven hasta allí, con sólo estas dos manos, bajaré la luna si no hay nada que ilumine el camino, daré mi vida sólo por veros sonreír. Ahora sí, creo que empiezo a saber de lo que hablo. Amor: irracional, incalculable, incondicional. 


El cuento de cada jueves

Con un armario repleto de galas sale a buscar nuevos trapos que la puedan decorar. Nunca hay suficiente para cubrir un alma inerte. Desnuda es como mejor se siente. Se envuelve en ellas para convertirse en la princesa que ella quiere. Cada jueves un cuento diferente. No bastan, no puede enmascarar lo de dentro, no puede ornamentar el sufrimiento. Quiere llorar. No recuerda como se hace así que bebe. Canjea copas por lágrimas derramadas. Pretende que sus capilares se dilaten. No funciona. No lo entiende. Llena con alcohol el vacío de un corazón que ya no late. Hasta que el hígado estalle. Dan las doce y aparece la calabaza. En lugar de perder su zapatito de cristal ella pisa fuerte en la pista del local. Sobria de cordura baila al ritmo de su canción. Suena C. Tangana y se desata. Embellece la opresión de su pecho con un baile suculento. Se estremece entre los brazos del amor que no la ama mientras la tentación se deleita desde el fondo de la barra. Así termina esta historia. Sexo, éxtasis, melancolía. Sucumbe a la lujuria en una noche de luna llena. No hay beso de amor verdadero ni final feliz. No hay carroza ni perdiz. Solo quedan restos de carmín esparcidos por el cuello de las bestias que se dejaron seducir. 


Sueños de una noche de verano

Mentiría si dijera que ha sido una noche más, mentiría si dijera que solo estabas de paso y mentiría si dijera que no me había ilusionado. He hecho caso omiso a mi razón, ignorando las advertencias sobre jugar al amor. Y me ha dolido. Ha sido otra puñalada inesperada. Otra brecha abierta en un corazón que no había sanado. No me enfado, no puedo. No éramos, bueno, no somos nada. Pasajeros que se encuentran por el pasillo del tren, intercambian un par de miradas, una sonrisa quizá, pero nada, no son nada.

Te busco entre la gente. Ebria, completamente fuera de mi. Se dilatan mis pupilas, diez latidos por segundo. Te veo. Vuelan las mariposas hasta mi pecho. Y solo puedo mirar. Inmóvil, estática. Como si hubiera brotado en ese espacio, anclada al suelo por las raíces. Me ves. Me elevo. Se desvanece la multitud y suena C. Tangana. Se me escapan las ganas pero no puedo hacer nada. No te tengo derecho, no somos nada.

Me empujan, mi ángel de la guarda. Nos encontramos en paralelo y el nudo del estómago me sigue oprimiendo. Casi no me queda aliento. Te dejas llevar. Que todo fluya y nada influya. Y parece que vuelas, atraviesas el horizonte rumbo al amanecer. Tan cerca del sol, notas su calor. Te quemas. Retrocedes un par de pasos y todo vuelve a la realidad. Suena el despertador y te caes de la cama. Qué putada, no ha sido nada.


Asfixia

Tengo un nudo en el estómago, jaqueca a pesar de que ya no bebo cerveza y mil razones para no reír. Vuelvo a buscar el amor que nunca he tenido en la cama de un hombre sin corazón. Así es más fácil, no tienes que devolver aquello que no te han dado. Evito el compromiso, que me vuelvan a hacer mil pedazos. 

Aún barro y arrastro los restos del pasado, así que creo todo lo que dicen. Necesito pensar que hay algo bueno en mi, tal vez no sea así. Conversaciones insustanciales, el clásico "copia y pega", fotografías con poca ropa que los embelesan. Sin pensar, te lanzas a los brazos del primero que quiere levantar tu falda un rato. A todos nos apetece un aquí te pillo aquí te mato una vez al mes, pero no llena, claro.

Cada mañana te cuesta levantarte, dormida no se nota tanto el vacío. A pesar de que escuchas la brisa que rompe contra la persiana, te falta el aire. Después del primer café te llega un mensaje "¿hoy a qué hora, monada?". Y rompes a llorar. Lanzas la taza contra la pared y esperas que el dolor se desvanezca en mil pedazos -no lo hace-. Quieres gritar, correr, beber, o todo a la vez.

Te miras en el espejo constantemente, pero sigues sin saber quién es. El reflejo de lo que algún día pudo ser inocencia convertido en deseo y perversión, ¿qué te han hecho? Te seduces con la mirada mientras bailas contigo misma. Porque eres esa chica, la que va sola al baile pero al acabar tiene diez llamadas perdidas. Qué ironía. La fiesta empieza sin ti pero eres tú quien la termina. 

Lo llamas independencia porque soledad queda muy feo. Lees poesía e imaginas que alguien te la dedica. Como si fuera posible que alguien quisiera ver más de ti que lo que cubren tus medias de rejilla. Nadie quiere comer contigo si el postre no viene incluido. Te sientes hueso y carne a merced de los perros sarnosos que quieren alimentarse.

Yo elegí esta vida, "recógeme a las seis en la Quinta Avenida".



Quédate un rato más

Ayer volví a verte, tan serio como siempre. Es extraño como te cambió el semblante cuando se me ocurrió echarle valor y saludarte. Incluso me pareció verte esbozar una irónica sonrisa. ¿Acaso lo estabas esperando? Como siempre, pudimos haberlo hecho mejor. Me inundan propuestas indecentes pero ninguna es suficiente y, aunque merezca algo mejor -y lo sepa- creo que de momento te quedas con toda mi atención. Suponía que mi nuevo capricho ya te había convertido en cenizas, pero no, sigo tan ciega como el primer día.

El masoquista juego de la conquista. Te mentiría si te dijera que no conocía tus intenciones aquella noche, pero no diferían mucho de las mías. Eras mi juguete, el Ken que puso un pie en aquel antro para salvarme, el niño que pedía permiso para meter la mano bajo mi falda cuando me encontraba tendida en tu lecho cual esclava, el falso caballero que me dejó sola en su cama -aparentando comprensión- para evitar así el tener que fingir cualquier clase de sentimiento al despertar.

A pesar de todo ya no te espero, ya no te busco y, mucho menos, te necesito. Ayer me habría gustado hacer muchas cosas, pero ninguno de los tenemos por qué conformarnos con tan poco. Aspiremos a algo extraordinario. Se que te fuiste con otra y, por extraño que parezca, no me importa. No te deseo ningún mal, pero ojalá esa chica te haga perder la cabeza como yo la perdí por ti. Y que locura más hermosa. Te va a destrozar la vida o tu a ella, y créeme cuando te digo que yo repetiría.

Solo te ruego una cosa, no la dejes, si te pide que te quedes, quédate.
- Aunque sea solo por esa noche -


Esta es tu última carta: hasta nunca, hasta siempre, amor.

La princesa sin cuento


Incapaz de sentir nada. Tomo bocanadas de aire frío para volver a congelar lo que alguien deshizo. Prefiero estar sola a destrozar otro humilde corazón. Me merezco lo que tengo. Soledad. Viuda Negra que tiñe de dolor el camino que pisa. Arrastras decadencia y desolación pero, como no, exiges que te quieran hasta arrancarles de su pecho el corazón. Egoísta. Destruyes todo lo bonito que creas. Vives en un continuo espacio-tiempo, cerca del averno. No te la juegas. Siempre alerta, siempre segura, siempre tu misma. La compañía asusta a las puertas del infierno ¿y si te sueltan?

Así que vuelves a vestir al príncipe con tus colores, los que ya conoces. No desconfías de él sino de tu sombra. Lucifer te arropa. Sabes como juega tu mente pero eso no te hace dormir por las noches. Al alba solo estás tu, solo tu, sola. Conoces tus miedos y por eso los ves como poemas, así consigues que sepan a poesía tus penas. Temes que comience la nueva partida y que no este él para protegerte. Temes que no lo sepa. Que le necesitas. Temes que no se entere. Que le quieres. Ahora y cada día. Tan enganchada que amas hasta a su ausencia. Por él caminarías sobre roca fundida. Nicotina, éxtasis, heroína. Llámalo amor, llámalo vida.

Yo mataré a los monstruos por ti, por mi, quizá algún día por los dos.
Yo que sé,
amor.

La tormenta de cada invierno



Y cuando todo pasa, la cicatriz cierra y el corazón se calma, vuelve, y trae consigo la puñetera tormenta. Te fuiste sin más y te das la vuelta cuando te apetece parar a recordar. No sé si llamarlo soledad, aburrimiento o necesidad. Pero ahí estás, en mi cabeza, una y otra vez mirándome desde el fondo de la discoteca. Y se para el tiempo. Como si fuera lo más bonito que has visto en tu vida y ya no hubiera nadie más. La gente se desvanece, la música lo de menos, los latidos in crescendo. Pero no dejamos de mirar; al todo, a la nada, a sus ojos. Café de máquina en su mirada. Aquella noche me temblaban hasta las pestañas, y no lo conocía, para nada. Llevaba puesto el traje de la seriedad, no sonreía, jamás. Me gustaba su calma, esa serenidad. Discreto, sutil, sencillo. Tras una fachada de tipo duro escondía cariño, respeto y un poco de locura. Segundos inolvidables de pasión reprimida que empañaban el espejo del ascensor. Sabía que no volvería a verle así que aún no le encuentro sentido a mi rotundo "no". Por miedo, nervios o amor. No sé, le echo la culpa al alcohol. Románticas noches seguidas de incómodos encuentros cuando sale el sol. Él todo un caballero y yo la gilipollas que no salió del ascensor para robarle el último beso.

Inocencia

Cansada de ser esa chica, ¿sabes? La que se levanta con el amor de su vida y se acuesta con una cantidad de dudas infinita. Que busca la razón que mas le conviene, no la verdadera. Que ve la realidad a su antojo, a su manera. Ella, en lugar de parar el mundo lo acelera, así no se enfrenta al dolor, pasa tan rápido que casi resulta intangible. Se siente invencible. Esta chica contradice a cualquiera. A penas lleva unos días en la calle y cree que todo lo sabe, pobre de ella. Todavía piensa que los príncipes azules existen, pero los viste de rojo, verde, amarillo...Ya sabes, a su manera. Tal vez solo pretende tener una respuesta: "no llevaba color adecuado". Es la excusa que más le gusta.

Miss Independent

Baila bajo la lluvia porque quiere sentir que su vida es una película, siempre con final feliz. Dice que nunca besa en la primera cita, solo cuando sabe que es el amor de su vida; el problema es que todos lo son. Tan pequeña, tan frágil, tan ingenua. La llaman mujer por las curvas que marcan su cintura. Su cabello rubio protege una inteligencia que pocos aprecian y el maquillaje disimula las ojeras de tantas noches en vela. Confía en falsos poetas de contenedor que barren los pedazos de lo que aún le queda de corazón. Solo juegan. Ella lo sabe, pero se deja. Levantan su falda prometiendole la luna y ella mientras, imagina que la quieren, como siempre, a su manera.

Mi primera nochevieja


Dejarse llevar, suena demasiado bien

O no. Puede que se avecine desastre. Es posible que me apuñales el corazón y lo conviertas en miles de confetis que más tarde caerán sobre mis tacones de fiesta. Pero siempre me gustaron los riesgos, la adrenalina del qué pasará. Así que te voy a dejar entrar en cada una de las partes de mi cuerpo. A tu antojo, con total libertad. Eres amo y señor de mi todo, de mi ser. Soy tan tuya que a ratos creo perder mi identidad. No te voy a exigir nada, ni ahora ni nunca, pues me he cedido con total voluntad al destino y me ha dicho que tu eres ahora mi camino.

Créeme cuando te digo que la felicidad existe. En tus pecas, tus caricias y tu risa. En tus buenos días y nuestra mejor noche. En tu forma de arreglar mis desastres, que son todo lo que soy. En ese romanticismo fugaz cada vez que las luces caen. En cada hora a tu lado. En todos nuestros planes de hacer no hacer nada. En la canción que sonaba nuestra primera Noche Vieja. En esa viejoven manera de vivir la vida. En tu manera de querer explicar lo inexplicable; nosotros. En ti, sin más, y en esas palabras que ninguno de los dos queríamos pronunciar: "te odio". Te odio muchísimo.

01/01/2017

El pasajero

Hellow Darkness to my old friend...
Dime cuál fue mi error, si mi único delito 
sólo fue amarte, hoy soy el perdedor. 
El reloj en la pared, anunciando las 6:23
Ponte en pie, alza el puño y ven.


Hay personas que llegan para quedarse, otras no. Tal vez no sean las que mejor conocemos ni las que echaremos más de menos, pero ahí están, enredándote. No son un error sino un camino, y si se van, es porque esa no era tu dirección. Déjalas ir, que vuelen, que vivan, que se marchen. Tienen mucho que recorrer, y tu también. Con el inmenso océano que es la vida no debes quedarte a salvo en un bote cuyo destino ya conoces. Saltar, nadar, ir a la deriva, dejarte salvar.  Porque eso son estas personas, ese salvavidas rojo que aparece en medio de la nada cuando todo era calma, paz. Y llegan para embarcarte en una nueva vida. Súbete. Haz el viaje y déjate llevar. Ya falta menos para que vuelvas a saltar.